92. La Revolución Mexicana es hecho que funda las mitologías nacionales ...
Nadie quiere raptarlos ya en la cuaresma opaca. A la burguesía y a los sectores ilustrados de México, los ofrecimientos del nacionalismo cultural les parecen... El tránsito de una cultura nacionalista a una desnacionalizada.
Si la identidad es ubicación en un mundo específico (Sitio jerárquico, asimilación de creencias y valores, reflejos condicionados de la ideología dominante), las clases medias mexicanas se van identificando a sí mismas, subjetivamente, gracias a la cultura de consumo de las metrópolis.
El verdadero proyecto cultural del Estado es consagrar —en forma y fondo— a un orden político, económico y social, que sólo se entiende con las necesidades mayoritarias a través de las aceptaciones inevitables.
Control y flexibilidad: la ideología oficial es modificable pero —Lo cortés no quita lo paciente— su técnica predilecta sigue siendo ajustar programas o fórmulas nacionalistas a las necesidades del desarrollo (Con la mira puesta en la conciliación y el arbitraje del conflicto de clases).
Flexibilidad casi igual a esquizofrenia cultural: al Estado lo mismo le da Arte Comprometido o Arte Puro, religión de la cultura o desprecio antintelectualista.
El intelectual, el escritor, asume como su ámbito natural —para acercarse o distanciarse— la cultura de la Revolución Mexicana (no necesariamente lo mismo que cultura oficial o nacionalismo cultural), que mezcla orgullo histórico, nacionalismo, preocupaciones institucionales, concesiones a las masas, populismo y concesiones a las minorías ilustradas.
La Revolución Mexicana es hecho que funda las mitologías nacionales y decide la hegemonía cultural del Estado, y si la Revolución nos preserva y le da forma a la colectividad (Nos defiende de y nos define ante el mundo exterior), quien en pro o en contra no tome posición frente a ella jamás entenderá al país o sus circunstancias propias.
Para el intelectual de las primeras décadas de el siglo (Y para el simple ciudadano) la Revolución Mexicana es —De un solo golpe— principio de realidad, punto de partida, fatalismo y garantía de progreso.
Construir la nación es prerrequisito del desarrollo capitalista; por lo mismo tal idea queda sujeta a una ortodoxia de modo que el corolario resulta inevitable: la nación mexicana no puede aspirar al socialismo porque se traicionaría a sí misma.
De allí que el régimen al ser y al declararse nacionalista, quiere reconciliar su conducta clasista con la aspiración universal de su imperio ideológico: el socialismo es respuesta (Ajena a nuestra idiosincrasia) a un problema que hace mucho que no nos planteamos.
Se elabora así una ideología que al tiempo que le ofrece al pueblo una visión utópica, legitima al Estado.
Esta ideología reproducida por la vida cotidiana, la educación y las instituciones, quiere producir la impresión de México, país autónomo y sin lucha de clases, encaminado a la justicia social (Jean Franco). -Monsivais, Carlos. 1978-
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